
ANDRÉS SANTO DOMINGO | FILÓSOFO
No saber por qué pinto es lo que me hace pintar. Empecé en un momento de absoluta rebelión del alma, y descubrí pintando, una manera “razonable” de vivir completamente al margen de la razón.
Eso sí, tuve que ser filósofo, tuve antes que tocar flauta traversa, tuve antes que casarme, tener hijos y vivir como todos para necesitar romper los valores éticos y perfectos, y así buscar aquellos estéticos e imperfectos, pero auténticos y míos, que son los que me hacen pintar.
Porque definitivamente soy niño, y mientras más pinto y más viejo me hago, más niño soy. Tal vez por eso al final de mis grutas encuentro mi niño, el mismo que me hace volver a pintar desde el más lúdico sentir, el que me hace probar los colores, descubrir texturas, sin miedo a untarme de ellos, sin pensar si unto el piso o las paredes o el lienzo. El que hace barcos de papel, el que raya, el que describe momentos inconscientes… los mismos que presiente el que mira mis cuadros.
Ser pintor es dejar fluir las infinitas facetas del alma, sin pretender creer que solo existe una posibilidad, la de integrar una única faceta, una única verdad: la de la razón.
El niño que encuentro en mis grutas, rescata mi credibilidad en el mito y la magia. Solo así es posible que el espectador encuentre, por lo menos en algún cuadro, alguna de las facetas del alma. Como diría Nietzsche “Probando e interrogado; esa fue siempre mi manera de caminar”. Y en verdad, hay que aprender también a contestar a tales preguntas. Pero ese es mi gusto; ni bueno, ni malo, sino mi gusto, este es mi camino…. ¿dónde está el vuestro? así contestaba yo a los que me preguntaban el camino…. el camino no existe.

Maestro F. Gil Tovar

Jotamario Arbeláez

Mauricio Strong
